miércoles, 29 de abril de 2015

Luca, su presentación

En el tejado de la quinta casa más conocida de la avenida mayor, Luca estiraba sus músculos a punto de entrar en acción. La oscuridad ocultaba las facciones y los diestros movimientos del chico, el cual no contaba con más de veintidós años y ya era uno de los más buenos en aquel antiguo arte. Su rostro tostado por el sol se mostraba sereno, a pesar de lo que estaba a punto de hacer.

A más de nueve metros de altura y con el aire enfurecido ensordeciendo sus oídos, el Van Halen disfrutaba con el silencio que la naturaleza le regalaba. De esta manera podía pensar, recapitular y captar el regular sonido que su órgano vital hacía, demostrándole que estaba vivo, quizás más que nunca. El campanario de la iglesia cercana pronto daría la señal para proceder con todo lo que tenía planeado.

Un, dos, tres…. Conto mecánicamente. Era tal calculador que sabía exactamente lo que pasaría, como y cuando seria. La campana de plata de la pequeña catedral de la ciudad repiqueteo, resonando en todos  y cada uno de los puntos, aquellos que él podía contemplar a la perfección desde el punto donde se hallaba. Dormida e iluminada, no sabía a ciencia cierta quien la dominaba.

Las once de la noche, casi medianoche, hora mágica. De un salto certero y por demás espectacular, aterrizo sigiloso en uno de los balcones de la clásica mansión. Su mapa mental le indicaba la ubicación de las habitaciones y donde se encontraban las joyas más jugosas de la fortuna de los Blasco, familia rica por naturaleza. Se mordió el labio y tras unos segundos, en donde únicamente respiro, uso sus habilidades.


Los falanges del moreno, rápidos y únicos, acertaron, tras trastrabillar la cerradura y abrieron la portezuela corrediza, dándole acceso a la vivienda. El, aunque asumía su función, comenzó a sentir esa picazón que tanto le transmitía a la hora de cometer actos como aquel, algo notable y que todos conocían con el nombre de adrenalina. Se coló por la mínima abertura y se metió de lleno en su papel.

Como un felino se agazapo y avanzo. El olor a nçuevo y la visión de artefactos modernos por doquier tan solo le daban repugnancia. ¿Acaso la vida no era más que presumir de bienes y poder? Negó varias veces, mientras que y de puntillas llego hasta lo que parecía ser el salón. Una alfombra verde, paredes llenas de cuadros de autores ya olvidados y un sinfín de aparatos electrónicos como la tele o un pc portátil.

No, allí no estaba lo que buscaba. La joya de la corona era minúscula, pero muy bella y con un inmenso poder. Su lugar era la caja fuerte, con una combinación demoniaca de doce cifras. Atravesó pasillos y habitaciones hasta dar con el despacho del patriarca de aquella fortaleza. Quito el Velázquez y procedió a apretar la larga contraseña. Se abrió para el con un ligero crack, que no llego a los oídos de nadie, pues dormían.

¡¿Pero qué?! Lanzo una maldición al aire. Su visión periférica y notablemente verde le decía que allí no habia nada, absolutamente nada. ¿Dónde está? Se preguntaba al tiempo que se pegaba a la pared por haber captado una tos procedente de la habitación contigua. Se coló por la ventana abierta y camino por la cornisa para ver que sucedía en la alcoba de al lado, la cual pertenecía a la niña de la familia.

Bingo, alardeo al ver el brillo azul de su cuello. Como siempre lograba completar la misión. Se decidió, sin remordimientos, de entrar y arrancar el dije del cuello de la fémina. No tardo ni un minuto en llegar hasta los pies de la cama, en donde extendió la mano y agarro la cadena de plata. Lo que sucedió a continuación nadie se lo esperaba. La rubia abrió los ojos y enfoco su mirada al asustado moreno.

¿La callaría? Tenía que hacerlo….

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