viernes, 1 de mayo de 2015

Mei

La casa estaba envuelta en llamas y destruida. El calor era sofocante, casi no se podía respirar allí, pero y aun así, ella no hacía nada por escapar del lugar, ni siquiera se habia movido de su posición; ni aunque lo hubiese deseado fervientemente podría haber huido, no con la imagen que tenía por delante suyo. Justo frente a ella, a una distancia prudencial, se hallaban dos siluetas; una de pie, de espaldas a ella con una contextura que dejaba claro que se trataba de un hombre, y la segunda estaba arrodillada en el piso, con claros signos de debilidad y, probablemente herida.

Frunció los labios en un gesto de angustia, si bien no podía ver con detenimiento a esas personas, debido a que se hallaban envueltas en un manto de oscuridad, fuego y escombros, sabía quiénes eran. Esa escena era algo inconfundible para ella. De pronto, la figura masculina se movió, girándose lentamente, y fue allí donde se sintió realmente inquieta. La descubriría, él la vería y la reconocería, su cabeza estaba a punto de virar del todo y revelar aquellas pupilas que para su desgracia recordaba con una exactitud escalofriante.

- ¡Mei, despierta!

Abrió repentinamente los ojos, sintiendo que todo le daba vueltas. Su visión estaba aún borrosa, debido a que habia estado en la fase rem de sus anhelos privados, por lo que parpadeo varias veces antes de poder vislumbrar correctamente, y para cuando pudo enfocar su vista, se percató de que una muchacha de cabello largo, negro y lacio la observaba con gesto preocupado.

- Sollozabas en sueños otra vez, - volvió a hablar, mientras se alejaba para abrir las cortinas y dejar que el intenso sol de inicios de verano entrara y le diera de lleno a ella, obligándola a cubrirse el rostro con las sabanas - ya es la tercera vez en la semana, ya hasta me preocupa dejarte sola.


- Estaré bien, - respondió al fin con voz patosa - es solo que...

- Sí, lo sé, se acerca la fecha - se adelantó.

Mei omitió su réplica, sencillamente afirmo, bajando su mentón y permaneció en silencio, por lo cual Leah rápidamente se acercó hasta donde se hallaba su amiga y se sentó en la cama, a su lado, quitándole las mantas de la cabeza para poder verla.

– Si quieres puedo quedarme, sólo debes pedírmelo – le ofreció con una mirada amable, lo cual hizo que la otra muchacha se levantara y se sentara en la cama de forma rápida.

– No, son tus vacaciones, no puedo privarte de ellas, – expuso, negando a la par – durante mucho tiempo lo has planeado y preparado, incluso has trabajado mucho por ello, te las mereces. Yo estaré bien, sabes que puedo cuidarme sola.

Ante aquella última sentencia firme, la fémina torció el gesto en una mueca de incredulidad, pero al instante siguiente una sonrisa más animada surcó su rostro.

– Yo no estaría tan segura de eso. Temo por tu salud a la hora en que debas alimentarte.

Una broma evidente que le hacía por la forma en que cocinaba, Mei le hizo un mohín de disgusto, mientras la otra aprovechaba para escapar de la habitación. Y con ello, se levantó para comenzar un nuevo día.

Con diecinueve años de edad, Mei apenas era una estudiante universitaria. Llevaba ya dos años viviendo prácticamente sola, antes de que su compañera llegara a la casa, y era hasta ese momento donde seguía estando agradecida por haberla encontrado, pues anteriormente había vivido a base de comidas muy básicas, nada demasiado elaborado, ya que no era su fuerte, además del hecho de que siempre temía que algo realmente malo sucediese y perdiera el control de la situación.

Debido a las vacaciones de verano, Leah haría un largo viaje fuera de la ciudad para dirigirse a la playa en busca del tan ansiado relax. Y Mei, ella sencillamente permanecería en el lugar. Hacía poco había conseguido un trabajo de medio tiempo y no deseaba dejarlo. Tampoco tenía dónde ir. Un par de años atrás, la única familia que le quedaba se había ido del país en busca de un lugar más tranquilo donde poder permanecer, un lugar tan alejado de su paradero actual que le era imposible costearse el pasaje aún.

Soltó un suspiro, cerrando los pesados parpados y tratando de deshacerse de los restos de la pesadilla. Para cuando los volvió a abrir, una mirada ausente de color chocolate le devolvía el miramiento, tardó algunos segundos en darse cuenta que era la suya propia. El espejo le mostraba un reflejo aproximado de lo que era: bajita, mucho, apenas pasaba el metro cincuenta; delgada y curvilínea, de cabello largo y color castaño oscuro. Su rostro delataba la mala noche que había pasado: tenía ojeras notables; sus labios, aquellos con la particularidad de ser uno más grande que el otro, se hallaban rectos, y el color habitual de sus mejillas se había esfumado. La noche anterior, ella…

El claro y vibrante sonido de su móvil la saco de sus pensamientos, haciendo que corriese en dirección a su alcoba y se lanzara a la cama para poder tomar el celular y coger a tiempo la llamada entrante. Ni siquiera se fijó quien era, el tono de llamada para aquella persona se lo sabía de memoria y sin más, pulso el botón verde.

- ¡MEEEEEEEEEEEEI!

Aquel inesperado grito hizo que alejase el aparato del oído con rapidez, e incluso desde lejos pudo oír la discusión que se llevó a cabo a continuación entre dos voces con tonos particularmente agudos.

- ¡Dame el móvil, también quiero hablar con ella!

- No molestes, tú siempre la llamas, ¡es mi turnooooo!

- ¡No corras! ¡Hey, que no corras!

- ¡KIAAAAAAA! ¡MARCO, MARCO!

- ¿Pero qué rayos...? Será mejor que dejen de montar tremendo escándalo, no me obliguen a hacer algo que les disguste - Esta vez, la voz de alguien mucho mayor se hizo notar e impuso respeto de inmediato. Ante la notable orden alcanzo a oír un bajo "perdón" de ambos chiquillos -. Bien, vayan a desayunar. Hola, ¿Mei?

- Marco, - repuso al fin entre leves risas - buen día, veo que el tuyo ha empezado enérgico - agrego con un dejo de burla que inmediatamente su interlocutor respondió con un resoplido.

- Ah, ni que lo digas, pasa un solo día sin que te vean y ya se ponen de esa forma, - musito, volviendo a suspirar - en serio, aun no sé qué hacer con ellos...

- ¿Acaso esta es una llamada para encargármelos a que los cuide?

Para ese momento la castaña ya se habia levantado y tras caminar por el corto pasillo, llegado hasta la no tan majestuosa cocina-comedor, donde su compañera comía con entusiasmo su desayuno. Mei se servía su ración sin soltar aun el aparato tecnológico, por lo que hacía un peligroso equilibrio al cual ya estaba acostumbrada.

- No, no, no, tranquila, sé que hoy es tu primer día de vacaciones y ninguno quiere arruinártelo, ¿Verdad?... ¿Verdad? - repitió con tono insistente, a lo que los otros respondieron con un desganado "si" - Te llamaba por otro motivo. Esta noche te necesitare, asi que no hagas planes.

El tono de voz de Marco habia mutado considerablemente ante lo ultimo manifestado; lejos de ser de un matiz relajado y alegre como anteriormente, habia aparecido un deje de autoridad, que le indicaba que no estaba hablándole como un amigo o la persona de más confianza de ella, sino como su superior. En respuesta, el rostro sereno que habia logrado adquirir la joven cambio a uno más serio.

- Claro, cuenta conmigo – Transcribió de inmediato, sin agregar más detalles. No podía teniendo a la morena delante suyo y escuchado todo lo que decía, además, para aquello no necesitaban demasiadas palabras, llevando tanto tiempo en aquello y tan involucrada como estaba, ninguna información se le escapaba, a fin de cuentas, era una de sus tareas.

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