–¿Mi… novio?
Eran las únicas dos palabras que habían logrado salir justo
antes de que Luca al fin reaccionara y se fuese de su casa sin esperar siquiera
a que su prima llegara. Observó la ventana por donde había salido, sintiendo un
sinfín de sentimientos encontrados. Él era pariente de Lisa, por lo tanto,
debía ser parte de la Realeza Oscura, él debía ser un demonio, tal vez por eso
había sentido aquel calor en la palma de su mano…
Luego de avisarle a Lisa que no hacía falta que fuera, la
Black regresó a su habitación con la intensión de retomar el sueño
interrumpido, pero tenía serias dudas de que pudiese conciliarlo. Una vuelta,
dos, tres y más; y su mente pensaba a mil por hora. Tenía que acercarse a Luca para
poder averiguar más de él y su entorno, tal vez y lograba algo bueno. Su amiga
se enojaría con ella si se enteraba, o peor que eso, a fin de cuenta eran
familia directa, por lo que debía moverse con cautela.
Aquella noche, no solo soñó con la típica pesadilla que la
atormentaba desde hacía años en aquella misma época del año, sino que incluso
se le sumó otra en la cual Luca era protagonista, aunque suerte -o desgracia- para
ella, no la recordaba. Y como había previsto, no durmió de las mil maravillas
precisamente, y como si fuese poco, terminó por despertar temprano debido al
intenso calor que comenzaba a hacer aquella mañana de domingo.
Con unas ojeras enormes y aún más notables que las de días
anteriores, se levantó e hizo lo que pudo para disimular su estado. Sentada
frente a la mesa ya luego de haber desayunado, permanecía mirando a la nada
misma. Aquel sería un día largo y realmente deprimente…
Justo en ese momento se oyó claramente cómo alguien golpeaba
la puerta de entrada desde el otro lado, sacándola de sus pensamientos y
obligándola a salir de su estado de letargo deseado. Una vez que abrió la
puerta, se encontró con quien definitivamente no esperaba enfrentar tan
temprano. Marco la observaba con un rostro impasible y no tardó en entrar.
–Podrías haber tenido la consideración de contestar alguno
de mis mensajes aunque sea… – dijo, rompiendo el incómodo silencio que se había
producido durante unos instantes luego de que Mei cerrara la puerta.
–No estaba de ánimos – se limitó a responder en desganados susurros.
El muchacho dejó escapar un largo suspiro de resignación,
algo que hizo molestar a la chica, quien ya se disponía a contestarle de muy
mala forma, pero antes de que pudiese lograrlo o decir palabra alguna, Marco ya
se hallaba frente a ella y de un rápido movimiento, la abrazó fuertemente
contra su pecho.
–Lo siento, no quería que te preocuparas demás con lo
sucedido, ya tienes suficiente con el mes en el que estamos – comenzó a decir
cerca de su oído mientras acariciaba con delicadeza su cabello –. Sabes
perfectamente que quien pasa a ser parte de los Exactores del Tártaro tienen
plena consciencia del riesgo que ello conlleva. Eres una excelente Aiako, pero
no puedes protegerlos a todos, ellos no son parte de esto para ser cuidados,
sino para cuidar de otros.
Mei puso muy mala cara al oír sus últimas palabras, pero
aunque simulaba estar molesta con él, lo cierto era que ya no lo estaba. Marco
era realmente tierno cuando se lo proponía, y eso sucedía varias veces, y ante
ello no había enojo que durara con él. Aún no entendía cómo era que no duraba
demasiado con sus parejas, pero sin darle demasiadas vueltas al asunto y una
vez ya arreglados, se dispusieron a salir para dirigirse al nuevo destino que
tenían planeado desde hacía ya mucho tiempo.
***
–Hoy llegan los nuevos, por lo que deberán hacerse cargo… –
intentó comenzar su discurso habitual Marco, como cada año hacía, pero pronto
fue interrumpido.
–¡Ah, yo paso! No tolero a los recién llegados, – dijo Allison
mientras cruzaba los brazos detrás de su cabeza y los usaba de apoyo – siempre
creen que son las personas más importantes por haber descubierto un secretito cuando
sólo saben la punta del iceberg.
–Yo opino que Mei debería hacerse cargo de ellos, – agregó
Gabriel, encogiéndose de hombros – a fin de cuentas siempre que les dan a
elegir su instructor, como todos son jóvenes y hormonales, se van con ella.
La castaña observó a todos los altos rangos que se hallaban
en el cuarto y, como todas las miradas iban a ella, no tuvo más opción que
soltar un largo suspiro, quitarle con brusquedad la lista a Marco y salir en
busca de aquellos nuevos que llegaban con ínfulas de héroes. Salió al enorme
galpón equipado para la ocasión y, ni más ni menos se encontró con un grupo de
más de cincuenta personas, de las cuales más del ochenta por ciento se trataba
de hombres, como siempre.
Su presencia no pasó desapercibida ante los ávidos chicos
que sin duda la hallaron atractiva, por lo que centraron su atención en ella,
de seguro pensando que designaría al primer instructor más enorme y fornido que
pudiesen imaginar. Echó un rápido vistazo y, sonriendo de la forma más adorable
y a la vez atrayente que pudo, terminó por captar la atención de todos.
–Bienvenidos, mi nombre es Mei Black, soy una miembro de los
Exactores del Tártaro y seré su instructora – otra sonrisa de niña buena y,
guardándose la lista en un bolsillo del pantalón, miró a todos con un rápido
vistazo, buscando al más fornido que tuviese cerca entre todas las miraditas y
sonrisitas un tanto bobas –. Tú, el de camiseta roja, acércate.
Sí, él era perfecto para ello. Era un muchacho de aquellos
que se la pasaban internados en el gimnasio y medía aproximadamente dos metros,
o eso le parecía a ella, quien su estatura apenas superaba el metro cincuenta. El
joven se acercó, quedando a unos metros de ella mientras el resto formaba un
círculo a su alrededor para intentar ver lo que sucedería.
–Por favor, atácame lo más fuertemente que puedas – agregó
Mei, aún con una sonrisa adorable en sus labios.
–Eh, ¿segura? Puedo lastimarte…
–No te preocupes de ello, sólo piensa en atacarme, por
favor.
Con la duda marcada en su rostro, el muchacho se puso en
posición de batalla, mientras la Black aún se hallaba de brazos cruzados en su
espalda. Tardó unos segundos en decidirse, pero en cuanto lo hizo, avanzó a la
carrera hasta donde la muchacha se hallaba y dirigió rápidamente su puño hasta
uno de los hombros de su ahora contrincante, pero antes de que pudiese cantar
victoria, la chica ya se había movido a un lado, esquivándolo. Intentando
recuperarse, el chico lanzó su otro puño en dirección esta vez al pecho, pero
una vez más, Mei fue más rápida y lo esquivó sin dificultad.
De pronto, los ataques comenzaron a ser más seguidos, pero
seguían teniendo el mismo resultado que antes, lo cual estaba dejando en total
ridículo al atacante, quien no tardó en entrar en real estado de molestia
cuando terminó por sujetar fuertemente a su instructora por el pecho con la
camisa en su puño. En ese momento, la sonrisa de Mei desapareció del todo,
convirtiéndose en una mirada amenazante y, deshaciendo sus brazos pasó a la
acción. Con una velocidad digna de admiración, tomó uno de los brazos que la
sujetaba y con la otra mano lo sujetó desde el hombro, y con un movimiento de
pies casi imperceptibles, logró enganchar su pierna derecha con la derecha de
su adversario y empujarla de tal forma mientras ya llevaba el cuerpo del hombre
en caída directa al suelo de espalda. Un fuerte ruido de derrumbe se oyó,
dejando a todos los presentes mudos, que habían estado cuchicheando hasta el
momento.
Rápidamente, Mei se alejó de él a la vez que le hacía
señales para que se pusiera en pie con una nueva sonrisa en su rostro en una
clara provocación. El muchacho mordió el anzuelo muy fácilmente, pues se
levanto una vez más y, esta vez, con el enojo y la humillación marcada en su
rostro, tomó real velocidad y se dirigió corriendo hasta ella con claras
intensiones de embestirla. Esta vez, la Black estaba preparada y no se movió
del lugar sólo hasta que lo tuvo encima de ella; logró justo a tiempo tomarlo
por su ropa y, girándose con una voltereta perfecta, hizo que el otro se
elevara en el aire gracias al movimiento sincronizado de agachar su cuerpo y
guiar la trayectoria por encima de él mediante sus brazos.
En aquella ocasión, el ruido de derrumbe fue aún peor e
incluso varios de los presentes hicieron un gesto de dolor notable al ver caer
a su compañero de aquella forma demoledora que terminó por dejarlo tendido en
el suelo.
–Entre los Exactores existen algunas reglas que deberán
aprender para la supervivencia, – volvió a hablar ahora con un tono serio luego
de arreglarse el cabello y la camisa – esta que acabo de enseñarles, por
ejemplo: nunca subestimen la apariencia de su contrincante. Eso podría costarles
más que un par de golpes, y la idea de supervivencia para nosotros es
proporcional a la de quienes queremos salvar y defender. Apréndanlo de memoria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario