martes, 14 de julio de 2015

Lecciones de vida: perdonar, y no juzgar a la ligera

–¿Mi… novio?

Eran las únicas dos palabras que habían logrado salir justo antes de que Luca al fin reaccionara y se fuese de su casa sin esperar siquiera a que su prima llegara. Observó la ventana por donde había salido, sintiendo un sinfín de sentimientos encontrados. Él era pariente de Lisa, por lo tanto, debía ser parte de la Realeza Oscura, él debía ser un demonio, tal vez por eso había sentido aquel calor en la palma de su mano…

Luego de avisarle a Lisa que no hacía falta que fuera, la Black regresó a su habitación con la intensión de retomar el sueño interrumpido, pero tenía serias dudas de que pudiese conciliarlo. Una vuelta, dos, tres y más; y su mente pensaba a mil por hora. Tenía que acercarse a Luca para poder averiguar más de él y su entorno, tal vez y lograba algo bueno. Su amiga se enojaría con ella si se enteraba, o peor que eso, a fin de cuenta eran familia directa, por lo que debía moverse con cautela.

Aquella noche, no solo soñó con la típica pesadilla que la atormentaba desde hacía años en aquella misma época del año, sino que incluso se le sumó otra en la cual Luca era protagonista, aunque suerte -o desgracia- para ella, no la recordaba. Y como había previsto, no durmió de las mil maravillas precisamente, y como si fuese poco, terminó por despertar temprano debido al intenso calor que comenzaba a hacer aquella mañana de domingo.

Con unas ojeras enormes y aún más notables que las de días anteriores, se levantó e hizo lo que pudo para disimular su estado. Sentada frente a la mesa ya luego de haber desayunado, permanecía mirando a la nada misma. Aquel sería un día largo y realmente deprimente…

Justo en ese momento se oyó claramente cómo alguien golpeaba la puerta de entrada desde el otro lado, sacándola de sus pensamientos y obligándola a salir de su estado de letargo deseado. Una vez que abrió la puerta, se encontró con quien definitivamente no esperaba enfrentar tan temprano. Marco la observaba con un rostro impasible y no tardó en entrar.

–Podrías haber tenido la consideración de contestar alguno de mis mensajes aunque sea… – dijo, rompiendo el incómodo silencio que se había producido durante unos instantes luego de que Mei cerrara la puerta.

–No estaba de ánimos – se limitó a responder en desganados susurros.

El muchacho dejó escapar un largo suspiro de resignación, algo que hizo molestar a la chica, quien ya se disponía a contestarle de muy mala forma, pero antes de que pudiese lograrlo o decir palabra alguna, Marco ya se hallaba frente a ella y de un rápido movimiento, la abrazó fuertemente contra su pecho.

–Lo siento, no quería que te preocuparas demás con lo sucedido, ya tienes suficiente con el mes en el que estamos – comenzó a decir cerca de su oído mientras acariciaba con delicadeza su cabello –. Sabes perfectamente que quien pasa a ser parte de los Exactores del Tártaro tienen plena consciencia del riesgo que ello conlleva. Eres una excelente Aiako, pero no puedes protegerlos a todos, ellos no son parte de esto para ser cuidados, sino para cuidar de otros.

Mei puso muy mala cara al oír sus últimas palabras, pero aunque simulaba estar molesta con él, lo cierto era que ya no lo estaba. Marco era realmente tierno cuando se lo proponía, y eso sucedía varias veces, y ante ello no había enojo que durara con él. Aún no entendía cómo era que no duraba demasiado con sus parejas, pero sin darle demasiadas vueltas al asunto y una vez ya arreglados, se dispusieron a salir para dirigirse al nuevo destino que tenían planeado desde hacía ya mucho tiempo.

***

–Hoy llegan los nuevos, por lo que deberán hacerse cargo… – intentó comenzar su discurso habitual Marco, como cada año hacía, pero pronto fue interrumpido.

–¡Ah, yo paso! No tolero a los recién llegados, – dijo Allison mientras cruzaba los brazos detrás de su cabeza y los usaba de apoyo – siempre creen que son las personas más importantes por haber descubierto un secretito cuando sólo saben la punta del iceberg.

–Yo opino que Mei debería hacerse cargo de ellos, – agregó Gabriel, encogiéndose de hombros – a fin de cuentas siempre que les dan a elegir su instructor, como todos son jóvenes y hormonales, se van con ella.

La castaña observó a todos los altos rangos que se hallaban en el cuarto y, como todas las miradas iban a ella, no tuvo más opción que soltar un largo suspiro, quitarle con brusquedad la lista a Marco y salir en busca de aquellos nuevos que llegaban con ínfulas de héroes. Salió al enorme galpón equipado para la ocasión y, ni más ni menos se encontró con un grupo de más de cincuenta personas, de las cuales más del ochenta por ciento se trataba de hombres, como siempre.

Su presencia no pasó desapercibida ante los ávidos chicos que sin duda la hallaron atractiva, por lo que centraron su atención en ella, de seguro pensando que designaría al primer instructor más enorme y fornido que pudiesen imaginar. Echó un rápido vistazo y, sonriendo de la forma más adorable y a la vez atrayente que pudo, terminó por captar la atención de todos.

–Bienvenidos, mi nombre es Mei Black, soy una miembro de los Exactores del Tártaro y seré su instructora – otra sonrisa de niña buena y, guardándose la lista en un bolsillo del pantalón, miró a todos con un rápido vistazo, buscando al más fornido que tuviese cerca entre todas las miraditas y sonrisitas un tanto bobas –. Tú, el de camiseta roja, acércate.

Sí, él era perfecto para ello. Era un muchacho de aquellos que se la pasaban internados en el gimnasio y medía aproximadamente dos metros, o eso le parecía a ella, quien su estatura apenas superaba el metro cincuenta. El joven se acercó, quedando a unos metros de ella mientras el resto formaba un círculo a su alrededor para intentar ver lo que sucedería.

–Por favor, atácame lo más fuertemente que puedas – agregó Mei, aún con una sonrisa adorable en sus labios.

–Eh, ¿segura? Puedo lastimarte…

–No te preocupes de ello, sólo piensa en atacarme, por favor.

Con la duda marcada en su rostro, el muchacho se puso en posición de batalla, mientras la Black aún se hallaba de brazos cruzados en su espalda. Tardó unos segundos en decidirse, pero en cuanto lo hizo, avanzó a la carrera hasta donde la muchacha se hallaba y dirigió rápidamente su puño hasta uno de los hombros de su ahora contrincante, pero antes de que pudiese cantar victoria, la chica ya se había movido a un lado, esquivándolo. Intentando recuperarse, el chico lanzó su otro puño en dirección esta vez al pecho, pero una vez más, Mei fue más rápida y lo esquivó sin dificultad.

De pronto, los ataques comenzaron a ser más seguidos, pero seguían teniendo el mismo resultado que antes, lo cual estaba dejando en total ridículo al atacante, quien no tardó en entrar en real estado de molestia cuando terminó por sujetar fuertemente a su instructora por el pecho con la camisa en su puño. En ese momento, la sonrisa de Mei desapareció del todo, convirtiéndose en una mirada amenazante y, deshaciendo sus brazos pasó a la acción. Con una velocidad digna de admiración, tomó uno de los brazos que la sujetaba y con la otra mano lo sujetó desde el hombro, y con un movimiento de pies casi imperceptibles, logró enganchar su pierna derecha con la derecha de su adversario y empujarla de tal forma mientras ya llevaba el cuerpo del hombre en caída directa al suelo de espalda. Un fuerte ruido de derrumbe se oyó, dejando a todos los presentes mudos, que habían estado cuchicheando hasta el momento.

Rápidamente, Mei se alejó de él a la vez que le hacía señales para que se pusiera en pie con una nueva sonrisa en su rostro en una clara provocación. El muchacho mordió el anzuelo muy fácilmente, pues se levanto una vez más y, esta vez, con el enojo y la humillación marcada en su rostro, tomó real velocidad y se dirigió corriendo hasta ella con claras intensiones de embestirla. Esta vez, la Black estaba preparada y no se movió del lugar sólo hasta que lo tuvo encima de ella; logró justo a tiempo tomarlo por su ropa y, girándose con una voltereta perfecta, hizo que el otro se elevara en el aire gracias al movimiento sincronizado de agachar su cuerpo y guiar la trayectoria por encima de él mediante sus brazos.

En aquella ocasión, el ruido de derrumbe fue aún peor e incluso varios de los presentes hicieron un gesto de dolor notable al ver caer a su compañero de aquella forma demoledora que terminó por dejarlo tendido en el suelo.


–Entre los Exactores existen algunas reglas que deberán aprender para la supervivencia, – volvió a hablar ahora con un tono serio luego de arreglarse el cabello y la camisa – esta que acabo de enseñarles, por ejemplo: nunca subestimen la apariencia de su contrincante. Eso podría costarles más que un par de golpes, y la idea de supervivencia para nosotros es proporcional a la de quienes queremos salvar y defender. Apréndanlo de memoria.

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