Ataviado con vaqueros y una chaqueta de cuero encima de su
camiseta blanca, el muchacho con aspecto de sabérselas todas y portando con
orgullo su más que abultado ego, el tal llamado Luca se dirigió a ella, haciéndose
eco de las palabras que la Black misma había dicho. Mei cerró los ojos e hizo
un chasquido de molestia con sus labios e hizo un esfuerzo sobrehumano para
intentar ignorar la presencia del joven.
No estaba de humor como para soportarlo, sobre todo luego de
haber notado el gran parecido de sus ojos con aquellos con los que hacía cosa
de una hora acababa de ver en sueños. Un escalofrío bajó por su espalda, pero
rápidamente lo disimuló como si se tratase de algo producido por el frío de
aquella noche de verano. Se cruzó de brazos y se acomodó sobre el asiento,
escuchando atentamente lo que el otro hacía por detrás.
Era como si el destino mismo estuviese presionándola para
verla totalmente derrumbada ante todo lo que tenía que pasar, y no pararía
hasta lograrlo. Aspiró aire hasta llenar sus pulmones, ¿hasta cuándo podría
soportarlo? Al paso al que iba, no creía que mucho.
Notó que el silencio se había hecho más extenso de lo que
realmente esperaba, pues, viniendo de aquel muchacho molesto, con lo que había demostrado
ser hasta el momento, esperaba que no hubiese tardado en empezar a atacarla, ya
fuese verbalmente o con alguna de sus artimañas con su cuerpo, tal cual había
hecho en el Twenty-two mientras ella lo atendía. Volteó la cabeza justo a
tiempo para verlo caer de rodillas a la tierra húmeda del parque. Las palabras
que salieron de su boca de forma suplicante hicieron que el corazón de Mei
saltara y se acelerara del susto.
Actuó por instinto, independientemente de quién era, de lo
molesto que podía llegar a ser o incluso de si tenía ganas de golpearlo más que
otra cosa en el mundo, la castaña se levantó rápidamente del asiento y corrió
hasta donde se hallaba el muchacho, arrodillándose junto a él y tomándolo por
los hombros con fuerza, lo sacudió para que reaccionara.
–Oye, ¿estás bien? ¿Qué te sucede? – dijo rápidamente
mientras su susto iba en aumento debido al rostro del muchacho. Desencajado,
desesperado, como si estuviese a punto de derrumbarse allí mismo.
Maldición, ¿y ahora qué hago? Pensó casi con pánico, no
tenía idea de lo que podía llegar a sucederle, ¿le dolía algo? ¿Estaba herido?
No podía ser algo más allá de eso, pues dudaba que fuese algo emocional, o eso
creía, realmente la sola idea de pensar que aquel muchacho podía derrumbarse de
aquella forma ante ella era inconcebible.
–Rayos, olvidé mi móvil en casa – murmuró mientras buscaba a
tientas entre su ropa. Aquello era malo, ¿realmente tendría que recurrir a…
eso? –. Oye… Luca, – dijo con dificultad, tragando saliva de forma compulsiva
debido a que su boca se había resecado repentinamente – te llevaré a mi casa
para poder llamar a una ambulancia… o a Lisa, como prefieras.
Pero lejos de esperar una respuesta, Mei actuó una vez que
se había decidido a hacer lo que acababa de decir. Se puso de pie y limpiándose
el resto de césped que había quedado en su pantalón, miró fijamente al muchacho
a los ojos, con la decisión marcada en su color marrón chocolate.
–Vamos – dijo suavemente, volteándose rápidamente y
dirigiendo su mirada hacia la dirección que planeaba tomar.
Bien, su instinto para ayudar a las personas ciertamente era
más grande que ella, pero y aun así logró mantener la distancia, pues había
evitado tocarlo directamente, más allá de la sacudida que le había dado para
que reaccionara. Ella, a diferencia de él, respetaba su espacio personal, sobre
todo en el estado en el que estaba.
Caminaron algunas cuadras, con Luca siguiéndola por detrás y
Mei echándole furtivos vistazos para comprobar que no había colapsado en plena
calle. Hasta que por fin llegaron. Era una casita pequeña y discreta que pasaba
desapercibida entre las demás casas a su lado, pues aquellas eran mucho más
grandes y mejor decoradas. Se apresuró a llegar a la puerta y abrirla, dándole
paso al aún algo aturdido chico que pasó de primero.
–Siéntate – dijo con tono autoritario, señalando el sillón
de dos plazas frente al pequeño televisor, allí en aquella cocina-comedor, el
espacio más grande de toda la casa –. Toma – volvió a hablar, luego de correr a
su habitación y luego la cocina en busca de un vaso con agua que lo colocó
frente a él, esperando a que lo cogiera –. Oye… ¿Ya estas mejor? ¿Quieres que
llame a Lisa? ¿A una ambulancia? ¿O qué? – agregó luego de un minuto de
silencio en el cual se dedicó a mover de una mano a la otra su móvil, algo
indecisa sobre qué hacer a continuación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario