sábado, 27 de junio de 2015

Evocaciones

Luca fue consciente de la inmensidad del universo en tan solo un segundo. Noto el fulgor de las estrellas, percibió el calor del sol, advirtió la belleza de los árboles y del verde césped que rodeaba la ciudad, aprecio la caricia del viento que recorría las callejuelas cercanas, reparo en el chapoteo inconsciente de una ranita en la laguna, capto la esencia pura de dos niños que correteaban sin preocupación alguna…..

En definitiva, había entrado en el mundo de Gaia, madre tierra y creadora de todo lo que estuviese a su vista.

En ese preciso instante y solo ahí fue cuando se dio cuenta de las imágenes que surcaban sus recuerdos. Estas eran nítidas, claras, reales, con enorme poder y significado. Aquellas escenas eran suyas, propias, las había vivido hacia tres años. Impactantes, reales, con corazón. Se dejó envolver por la candidez de un abrazo materno y se perdió en las evocaciones de una vida pasada.

Su cuerpo se movía, lo asumió al notar el cambio de temperatura en su piel, no obstante, no tenia certeza de hacia dónde y tampoco le importaba en lo más mínimo. Solo se dejaba llevar. Sus ojos, verdes y brillantes, estaban fijos en un punto. Por primera vez en mucho tiempo dejo que el azar guiase sus acciones. Su intelecto estaba totalmente sumido en las evocaciones que el destino le habia traído.

¨Piérdete, cae, Mei te cuidara¨

No perdió tiempo en reconocer la voz, ni tampoco de donde habia salido. Tan solo confió, algo que no estaba acostumbrado a hacer con casi nadie.

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Las doce de la noche, al este del país. En una ciudad perdida de la mano de dios y que pocos sabían de su existencia. Conducía a una velocidad impropia de los humanos por una oscura carretera. Disfrutaba de verdad. La rebeldía que siempre habia estado presente en su anatomía habia hecho que huyese de su familia, sus responsabilidades y todo lo que el apellido Van Halen conllevaba.

Sus padres, aunque severos y rudos, comprendían que tuviese ganas de explorar y no se habían impuesto en aquel ataque de niño malcriado. De cierta manera esperaban mucho de aquella escapada.  Ellos creían que aquello lo acercaría más a sus futuros fines; matar en soledad, ver sangre nueva, conquistar territorios y acabar con quien se le pusiese por el medio. Se equivocaban totalmente.

Iba tan sumamente concentrado en lo que hacía, que un grito desgarrador y profundo hizo que perdiese el control de su preciada moto, logrando que esta se estrellase contra un árbol enorme y varios pedazos metalizados de la carrocería volasen por los aires. Se levantó del suelo, comprobando acertadamente como la herida del brazo se cerraba con prontitud.

- ¡¡Aargh, Que imprudente has sido saco de huesos!!

Busco con la mirada para ver quien habia hecho aquello posible. Su idea era matarlo entre terribles sufrimientos. Gozaría con su sufrimiento. Se mordió el labio al pensar en el líquido vital derramándose por sus manos. El fuego del joven se prendió en su pecho. Su instinto de la realeza oscura se daría a conocer. Pagaría caro. Su vehículo valía mucho más que cualquier humano. Lo tenía claro.

Camino un par de segundos. Rabia identificado que los aullidos de terror salían de un matorral espeso, el cual no se hallaba a más de cinco metros de distancia de nuestro protagonista. Aparto la maleza al llegar a él y lo que vio lo dejo en shock por unos instantes; un niño de unos diez años sollozaba espantado por lo que parecía ser un corte en su pierna derecha. Era profundo y grande. El dolor se extendió por el lugar.

Presa fácil, pensó y vaya que lo era.

Se dispuso a dar la estocada final, férreo como el hielo, altanero como tan solo un demonio podía ser, cargada su alma de densa negrura. Aquellos seres tan débiles y maleables no merecían deleitarse de los placeres de la sociedad. Su daga ya sobresalía, brillante y afilada como ninguna, pero en cuanto las pupilas claras del crio impactaron en las suyas, todo rastro de maldad y odio desapareció de él.

La tensión en su figura aumento al distinguir aquellos luceros de nuevo. Tanto asi que la percepción de lo que oteaba pasó a ser solo un mísero concepto, sin embargo, capto la medula espinal de lo que su razón le quería enseñar. Habia ayudado al joven; lo curo, lo cuido, paso la noche con él al raso y luego, omitiendo las enseñanzas de sus superiores, loa acompaño a casa.

El pequeño no poseía más familia que su abuela, la cual estaba muy enferma. Lo que creyó que serían unas vacaciones de verano y fuera de toda obligación, paso a ser algo totalmente distinto. Un mes estuvo a cargo de aquella peculiar familia. Los protegió, cultivo el campo para ellos, enseño a Brandon a leer, curo las heridas de la señora mayor y sin quererlo, se encontró con algo llamado amor.

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Parpadeo un par de veces para acostumbrarse a la luz de la habitación en la cual ahora se hallaba. El olor de la fémina era inconfundible, navegaba por sus fosas nasales, interrumpiendo sus pensamientos. No le dio tiempo a preguntar nada, cuando la voz de la ya tan conocida como ¨frígida¨ lo asalto a preguntas. Su ser se quebró, pero no le daría el gusto de rendirse ante ella.

- Estoy bien – Dijo, negándose el hecho de que aun temblaba – No tenías por qué secuestrarme, si querías una noche loca tan solo tenías que pedirlo…. – Sonrió, negando con la cabeza. Era evidente que entre ellos la mejor forma de comunicación era esa; meterse el uno con el otro y ver hasta donde podían llegar con sus bromas. A pesar de lo raro que pudiese ser; era natural

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