jueves, 4 de junio de 2015

Desborde de emociones

Un sonido de otro de los de la Realeza Oscura la hizo volver a prestar atención a su alrededor luego de que, y con cuidado, limpiara la hoja de plata de la desbordante sangre que salía del cuello de aquella criatura ya asesinada. Al parecer uno de los compañeritos del recién muerto había sido sacados de sus casillas al ver aquello.

Lo estudió con cuidado aunque no pudiese verle el rostro. Parecía realmente molesto, por lo que sería un blanco fácil, del tiempo que llevaba allí, Mei había aprendido a dejar los sentimientos a un lado a la hora de batallas como aquella, pues los mismos podían jugarte en contra y causar tu propia muerte. Como el muchacho que estaba por acometer contra ella.

Está enfadado, será muy fácil pensó, levantando una vez más la katana, dejándola en una posición más cómoda para usar con una rapidez inigualable.

Era uno más del montón, aunque evidentemente tenía ínfulas de poder y muy mal genio, lo cual la hizo dudar por un instante y percatarse de que debía tener cuidado, pues de seguro tenía una carta bajo la manga. Pero ella también la tenía, aunque muy contadas veces las utilizaba, y no en situaciones de batallas tan pobladas.

Entrecerró los ojos, enfocándose únicamente en él para cuando lo vio dispuesto a dar el primer paso para el ataque, y así fue, pues saltó en su dirección a la vez que la Black movía su espada con la clara intensión de herirlo. Pero casi al instante su estrategia cambió por completo en un insignificante segundo. Con el rabillo del ojo había alcanzado a captar que dos figuras se acercaban a ellos por el mismo lado, y entendió la situación lo suficiente como para desviar su ataque y dirigirlo hasta el demonio que iba justo por detrás de uno de los chicos que tenía a su cargo en aquella ocasión. Moviendo la muñeca de la mano derecha, logró posicionar la espada del lado del contrafilo y, de esta forma, propinarle un golpe seco en el cuello, dejando levemente desorientado al atacante.

Ahora, concentrada en deshacerse de aquel canalla que atacaba por la espalda, había dejado de prestar atención a la otra situación que se sucedía entre quien había sido su objetivo principal y su Exactor; y una vez que logró inmovilizar al demonio y regresar la vista al otro miembro de la Realeza Oscura, sintió que su respiración se cortaba. El muchacho había quedado tirado en el suelo y con signos de estar gravemente herido.

Aspiró aire repentinamente en cuanto se percató de que sería atacada, y no lo pensó demasiado, pues, a esas alturas de su vida y aunque era joven, sabía cómo actuar durante las batallas casi de memoria. Su espada estaba en el aire una vez más, con claras intensiones de desgarrar la piel de aquel molesto, y una vez se lanzó al ataque, Mei dio un paso al frente y, moviendo una vez más la mano donde sujetaba su arma, la movió, cortando violentamente el aire, pero justo un instante antes de que ésta alcanzara a tocar el pecho del demonio, éste retrocedió, una acción totalmente imprevista.

Quedando en una pose algo ridícula ya que se había tambaleado debido al inesperado retroceso del muchacho, observó, esta vez con los ojos y la boca muy abiertos ante las palabras que le decía, ¿qué ella le había hecho algo? ¡Claro que sí, había querido despellejarlo si era posible! Y luego de ello, se dio a la fuga, tan prontamente como toda aquella situación se había sucedido.

–¡Cobardes! – chilló a la nada misma mientras rápidamente agitaba con fuerza la mano donde tenía la katana y ésta, rápidamente desaparecía.

En dedo índice había un resplandor blanco que, inmediatamente lo dirigió hasta su pecho, allí donde había tenido el tatuaje anteriormente y, para cuando apartó el dedo, el mismo había aparecido nuevamente. Aquel era el sello de su arma, el cual sólo ella podía guardar en su cuerpo para luego invocarla.

–¿Qué sucedió? – oyó que decía la voz de Marco, por lo que rápidamente se acercó hasta donde el muchacho que había interceptado el ataque que originalmente había sido dirigido a ella se hallaba – Está gravemente herido.

–Lo siento…

–Luego habrá tiempo para disculpas, ¡rápido! Hay que auxiliar a los heridos.

***

Era cerca del mediodía y ella recién ingresaba nuevamente por la puerta trasera del Twenty-Two. Suerte la suya que no se encontró a nadie, pues al parecer todos estaban demasiado ocupados acomodando las cosas de adelante para cerrar, por lo que aprovechó a tomar sus cosas y salir huyendo de allí cuanto antes.

Una vez fuera, comenzó a caminar calle arriba para llegar a su casa. Luego de aquel asalto inesperado, había perdido el resto de la mañana en el hospital, pues había ayudado a llevar a los heridos al mismo y lograr no levantar sospechas de ninguno de los doctores que siempre terminaban haciendo preguntas indebidas.

Aquel día ya estaba siendo lo suficientemente malo como para darse una oportunidad a intentar mejorarlo, por lo que sus planes para lo que quedaba de él consistían en un baño de largo rato, almuerzo y el resto, entre películas, manta y no más. Sí, ya incluso estaba pensando los títulos que vería cuando oyó a su teléfono sonar.

–¿Cómo se encuentran? – dijo rápidamente una vez atendió, sabiendo de quién se trataba.

–Mejor, lograron estabilizarlos, aunque aún no despiertan, por lo que permaneceré acá un rato más. Necesito que te quedes con Henry y Luna, por favor.

–Sí, no hay problema – respondió de forma automática, aunque de mala gana, pues realmente no tenía ánimos de estar en compañía de nadie y, como si fuera poco, se moría de ganas por pasar el resto del día en el hospital a la espera de saber que los chicos estaban definitivamente bien, pero se lo habían negado rotundamente –. Oye, Marco, por favor, cuando despierte dile que lo sien…

–Mei, ya hablamos de eso.

Contrajo los labios de puro enojo. Frustración, abatimiento, molestia, furia, ansiedad, ¿es que alguna otra persona o situación quería generarle más emociones que la embargaran? ¿Acaso no tenían suficiente con verla ya así?

–¿Sabes qué? Olvídalo. Estaré en tu casa cuidando a los gemelos.


Y sin esperar respuesta, cortó, pero no contenta con ello, apagó el celular por completo, lanzándolo al fondo de su bolso, dispuesta a olvidarse de él y del mundo por el resto del día.

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