Un sonido de otro de los de la Realeza Oscura la hizo volver
a prestar atención a su alrededor luego de que, y con cuidado, limpiara la hoja
de plata de la desbordante sangre que salía del cuello de aquella criatura ya
asesinada. Al parecer uno de los compañeritos del recién muerto había sido
sacados de sus casillas al ver aquello.
Lo estudió con cuidado aunque no pudiese verle el rostro.
Parecía realmente molesto, por lo que sería un blanco fácil, del tiempo que
llevaba allí, Mei había aprendido a dejar los sentimientos a un lado a la hora
de batallas como aquella, pues los mismos podían jugarte en contra y causar tu
propia muerte. Como el muchacho que estaba por acometer contra ella.
Está enfadado, será muy fácil pensó, levantando una vez más
la katana, dejándola en una posición más cómoda para usar con una rapidez
inigualable.
Era uno más del montón, aunque evidentemente tenía ínfulas
de poder y muy mal genio, lo cual la hizo dudar por un instante y percatarse de
que debía tener cuidado, pues de seguro tenía una carta bajo la manga. Pero
ella también la tenía, aunque muy contadas veces las utilizaba, y no en situaciones
de batallas tan pobladas.
Entrecerró los ojos, enfocándose únicamente en él para
cuando lo vio dispuesto a dar el primer paso para el ataque, y así fue, pues
saltó en su dirección a la vez que la Black movía su espada con la clara
intensión de herirlo. Pero casi al instante su estrategia cambió por completo
en un insignificante segundo. Con el rabillo del ojo había alcanzado a captar
que dos figuras se acercaban a ellos por el mismo lado, y entendió la situación
lo suficiente como para desviar su ataque y dirigirlo hasta el demonio que iba
justo por detrás de uno de los chicos que tenía a su cargo en aquella ocasión.
Moviendo la muñeca de la mano derecha, logró posicionar la espada del lado del
contrafilo y, de esta forma, propinarle un golpe seco en el cuello, dejando
levemente desorientado al atacante.
Ahora, concentrada en deshacerse de aquel canalla que
atacaba por la espalda, había dejado de prestar atención a la otra situación
que se sucedía entre quien había sido su objetivo principal y su Exactor; y una
vez que logró inmovilizar al demonio y regresar la vista al otro miembro de la
Realeza Oscura, sintió que su respiración se cortaba. El muchacho había quedado
tirado en el suelo y con signos de estar gravemente herido.
Aspiró aire repentinamente en cuanto se percató de que sería
atacada, y no lo pensó demasiado, pues, a esas alturas de su vida y aunque era
joven, sabía cómo actuar durante las batallas casi de memoria. Su espada estaba
en el aire una vez más, con claras intensiones de desgarrar la piel de aquel
molesto, y una vez se lanzó al ataque, Mei dio un paso al frente y, moviendo
una vez más la mano donde sujetaba su arma, la movió, cortando violentamente el
aire, pero justo un instante antes de que ésta alcanzara a tocar el pecho del
demonio, éste retrocedió, una acción totalmente imprevista.
Quedando en una pose algo ridícula ya que se había
tambaleado debido al inesperado retroceso del muchacho, observó, esta vez con
los ojos y la boca muy abiertos ante las palabras que le decía, ¿qué ella le
había hecho algo? ¡Claro que sí, había querido despellejarlo si era posible! Y
luego de ello, se dio a la fuga, tan prontamente como toda aquella situación se
había sucedido.
–¡Cobardes! – chilló a la nada misma mientras rápidamente
agitaba con fuerza la mano donde tenía la katana y ésta, rápidamente
desaparecía.
En dedo índice había un resplandor blanco que,
inmediatamente lo dirigió hasta su pecho, allí donde había tenido el tatuaje
anteriormente y, para cuando apartó el dedo, el mismo había aparecido
nuevamente. Aquel era el sello de su arma, el cual sólo ella podía guardar en
su cuerpo para luego invocarla.
–¿Qué sucedió? – oyó que decía la voz de Marco, por lo que
rápidamente se acercó hasta donde el muchacho que había interceptado el ataque
que originalmente había sido dirigido a ella se hallaba – Está gravemente
herido.
–Lo siento…
–Luego habrá tiempo para disculpas, ¡rápido! Hay que
auxiliar a los heridos.
***
Era cerca del mediodía y ella recién ingresaba nuevamente
por la puerta trasera del Twenty-Two. Suerte la suya que no se encontró a
nadie, pues al parecer todos estaban demasiado ocupados acomodando las cosas de
adelante para cerrar, por lo que aprovechó a tomar sus cosas y salir huyendo de
allí cuanto antes.
Una vez fuera, comenzó a caminar calle arriba para llegar a
su casa. Luego de aquel asalto inesperado, había perdido el resto de la mañana
en el hospital, pues había ayudado a llevar a los heridos al mismo y lograr no
levantar sospechas de ninguno de los doctores que siempre terminaban haciendo
preguntas indebidas.
Aquel día ya estaba siendo lo suficientemente malo como para
darse una oportunidad a intentar mejorarlo, por lo que sus planes para lo que
quedaba de él consistían en un baño de largo rato, almuerzo y el resto, entre
películas, manta y no más. Sí, ya incluso estaba pensando los títulos que vería
cuando oyó a su teléfono sonar.
–¿Cómo se encuentran? – dijo rápidamente una vez atendió,
sabiendo de quién se trataba.
–Mejor, lograron estabilizarlos, aunque aún no despiertan,
por lo que permaneceré acá un rato más. Necesito que te quedes con Henry y
Luna, por favor.
–Sí, no hay problema – respondió de forma automática, aunque
de mala gana, pues realmente no tenía ánimos de estar en compañía de nadie y,
como si fuera poco, se moría de ganas por pasar el resto del día en el hospital
a la espera de saber que los chicos estaban definitivamente bien, pero se lo
habían negado rotundamente –. Oye, Marco, por favor, cuando despierte dile que
lo sien…
–Mei, ya hablamos de eso.
Contrajo los labios de puro enojo. Frustración, abatimiento,
molestia, furia, ansiedad, ¿es que alguna otra persona o situación quería
generarle más emociones que la embargaran? ¿Acaso no tenían suficiente con
verla ya así?
–¿Sabes qué? Olvídalo. Estaré en tu casa cuidando a los
gemelos.
Y sin esperar respuesta, cortó, pero no contenta con ello,
apagó el celular por completo, lanzándolo al fondo de su bolso, dispuesta a
olvidarse de él y del mundo por el resto del día.
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