viernes, 29 de mayo de 2015

Complicaciones

- Pagaras caro el error que acabas de cometer - Susurró

Una voz desprovista de vida inundó la despoblada y sucia estancia. La figura que había logrado enmudecer a la audiencia, rezumaba odio por todos y cada uno de los poros de su pálida piel. No se percató de nada más que aquel individuo con ínfulas de poder el cual acaba de arrebatarle la vida a uno de sus camaradas. Ningún sentimiento o pensamiento, tan solo ansiaba taladrar con su filoso cuchillo el abdomen de aquella desgraciada figura.

Su rostro era el de un ser de ultratumba típico; de un blanco mármol y tan afilado como tétrico. Casi ni se podía reconocer al hombre que estaba tras aquella mascara de magia y oscuridad. Era una medida de seguridad ante las continuas luchas que se sucedían con los Exactores del Tártaro. Portaba varias marcas negras que lo hacían más temible aun. Sus ojos, normalmente verdes, poseían un tono rojizo que aumentaba la fiereza de su ya de por si amenazante mirada.

Respiro hondo ante la atenta mirada de quien parecía llevar la voz cantante y la que había seleccionado como su contraparte aquella mañana. Sintió de forma inmediata, a su llamado, como la energía comenzaba a ser suya. Notaba el calor del fuego en sus manos y brazos. Iba ser él quien le diese el golpe de gracia, la acometiese hasta que suplicase y luego la llevaría a la muerte de la manera más visceral, burda y sanguinaria que pudiese.

- Ha llegado tu hora

Al compás de su acelerado corazón fue que se movió. De manera rápida, pero a la vez ágil y sigilosa. Actuando como solía hacer siempre; dejándose llevar por impulsos. Movido por sus instintos básicos, aquellos que lo llamaban a actuar de manera alocada e imprudente, decidió desobedecer las órdenes de su comandante en jefe y llevarse, por una vez, la gloria de la ya evidente victoria. La distancia había sido removida, ahora ambos guerreros se podían analizar.

El consejo de Dante se volvió un mantra claro y repetitivo al ser patente el Van Halen del poder de la muchachita. ¨Sácalos de ahí y aléjate lo más rápido posible¨ No le hizo caso, si el rubio había accedió a que entrase en acción, lo había hecho con todas las consecuencias habidas y por haber. Luca no era de las personas que se moderase, mucho menos cuando la vida y gloria de la Realeza Oscura estaban en juego. Avanzo, pensando en tomar con la guardia baja a los sujetos cercanos.

El moreno era el príncipe de la sociedad demoniaca más temible de los últimos tiempos. Portaba dones especiales dentro de sí, los cuales aumentarían con cada escalón que subiese dentro del clan. Siendo aún un novicio, solo contaba con una velocidad, agilidad y fuerza impropias de los humanos. Habilidades con las cuales había combatido y ganado en más de una ocasión. No le temía a nada, es más, ambicionaba tanto el poder que no le importaba la manera de llegar a él.

En cuanto tomo real conciencia de su posición y situación, contrajo su cuerpo para asi arremeter contra la anatomía de su atacante. Un salto predeterminado, con el fin de pegarle una patada en el pecho y asi detener el avance de aquel ser encapuchado que por las formas y la dinámica con la que se movía bien podía decirse que era de género femenino. Se concentró, aunó toda la rabia y decisión que podía y se lanzó hacia lo que él pensaba sería un juego de niños.

Uno de los subalternos se metió por el medio, recibiendo el golpe destinado para su superior. No le importaba lo mas mínimo. Si quería morir, él le regalaría aquel descanso con gracia y una sonrisa, apática y atroz, pero sonrisa a fin de cuentas. Puñetazo tras puñetazo, con coordinación y asumiendo el control de su cuerpo, usando la fuerza del nulo espadachín en su favor, asi fue como tras dos minutos nuestro joven protagonista consiguió derrotar a aquel niñato.

- Ahora vas tu – Nublado su juicio, embistió a quien tenía entre ojo y ojo desde que habia hecho acto de presencia, con una acrobacia igualita a la anterior

En el mismo aire se dio cuenta de que algo no andaba bien. Notaba algo raro. Sus músculos, a pesar del gran y duro entrenamiento para moldearlos, tan solo eran los propios de un chico de veintidós años. No contaba con los poderes que supuestamente su especie le regalaba. Consiguió dar marcha a tras gracias a su habilidad nata, dando una voltereta especial que lo condujo nuevamente hacia el suelo, alejado de  su más que asombrado adversario.

- ¿Qué mierda me has hecho? – Pregunto tambaleándose, pues la incoherencia de aquel impredecible acto era inigualable.

No se quedó a escuchar la respuesta, pues por el rabillo del ojo vislumbro la salida y como sus amigos ya se iban por ella. Al menos, aunque no hubiese servido de mucho, habia captado la atención de todos y logrado ser el mejor cebo de la historia. No estaba contento, ni mucho menos alegre por aquel encuentro fortuito del destino. En su mente solo habia preguntas, muchas más que las que ya se le habían pasado el día anterior. ¿Qué pasaba? ¿Por qué todo eso le sucedía a él?

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