sábado, 23 de mayo de 2015

Confusión

El planeta, a su alrededor, rotaba con una normalidad absorbente, pero en su mundo, creado especialmente debido a aquel acto de locura por parte de la morena, nada ni nadie se movía, ni siquiera el corazón del Van Halen bombeaba sangre. Dentro del órgano vital del hombre había un sinfín de emociones, las cuales no lograba clasificar, mucho menos entender. Una negra y espesa bruma, la más densa que había sentido jamás, intentaba, con éxito, envolver sus ojos y sacar su lado más inhumano, aquel que sus padres ansiaban ver.

La ira, el odio, el rencor, la maldad, el dolor, el sufrimiento. Duras y reconocidas palabras, tanto para él como para la futura comandante del agua. Eso era lo que el pilluelo transmitía a través de sus verdes pupilas. ¿Porque? No tenía interés alguno en saber responder esa pregunta, pues todo aquello aumentaba sus características naturales haciéndolo un ser supremo y le fascinaba. Podía notar como sus músculos se tensaban, como sus sentidos se agudizaban. Pleno y altivo, su ego rugió dentro de su más recóndito escondite.

Actuó guiado por una mano invisible que lo llevaba a ser así de déspota hasta con su querida prima. Estando en aquella fase no media, tan solo tiraba a dar. Quería derribar y atacar sin medida a aquella fémina con rasgos de diosa hasta dejarla sin vida. Había osado tocar algo suyo, algo que su cuerpo deseaba poseer. En aquel entonces ya no había una persona coherente y racional, solo un animal sediento de sangre y defendiendo su territorio. Si bien es cierto que al principio aquel visionado le fascino, apenas duro un par de minutos.

- Sucia, atente a las consecuencias – Había dicho mordazmente y con una voz desprovista de emoción

Desafiando con la mirada, perdida está en un mar revolucionado y tormentoso, movió su mano, convertida en puño ya, con la única intención de arremeter contra el pómulo desprotegido de la chica. A escasos milímetros de tomar contacto, escucho, por casualidad, los pasos rápidos de Mei en la dirección contraria a la que estaban. Freno en seco, Logrando detener el avance de su brazo a tiempo de cometer una imprudencia. Jamás en su corta vida, ya fuese en un entrenamiento o en su rutina diaria, había logrado parar en aquel estado.

Se sentía cansado, al punto de desfallecer. Enmudeció y evito por todos los medios que su familiar se diese cuenta. Era, como poco, extraño a niveles insospechados. Su encuentro con Mei estaba volviéndolo loco. Temblaba de pies a cabeza por la adrenalina. Su miembro viril quería despertar, vete tú a saber porque. Su cerebro, dispuesto a encontrar una solución o una afirmación creíble retomo sus ajetreadas hipótesis y su motor volvía a retumbar en su moldeado tórax. Se recompuso un poco para poder seguir el enfrentamiento.

- ¡No te permito que la toques! – Como siempre, imponiendo reglas absurdas, pensó el adolescente.

Ella no era tan explosiva, ni se había alterado ante lo que el ladronzuelo había elegido hacer. Optó por esperar y ver que sucedía, a fin de cuentas ¨La Loba¨ conocida la historia de la Black y sus circunstancias especiales.

- No he acatado una norma en mi vida, ¿debería empezar a hacerlo ahora? - Arrogante, nuestro protagonista no se quedó rezagado.

- Si no quieres que te mate con mis propias manos, si – En el fondo la respetaba y temía, solo que, y a pesar de todo, no podía parar

- ¿Quién es? ¿Por qué la proteges tanto? ¿Qué demonios hacer, dice o tiene para ser tan especial? – La curiosidad por aquella niñita de cabellos ondulados era enorme.

- ¿Especial….? – Su voz interior pego una patada en su bajo vientre. La habia cagado él solito y a gran escala.

- Bah, déjame en paz, esta conversación en un sinsentido enorme – Y sin más, dio media vuelta, perdiéndose en la gran tienda, buscando algo de calma y claridad. Huyendo del interrogativo que sin duda alguna le haría.

Nuestro hombre en cuestión no es que fuese muy paciente, vamos, no lo era ni iba a serlo. Cuando anhelaba algo, tenía que tenerlo en los minutos siguientes y en aquella ocasión, debido a que no encontraba resolución alguna a sus problemas, estaba entrando en crisis. Miles de preguntas zumbaban en su cortex cerebral, unas mucho más complicadas que otras, pero todas ellas sin una respuesta precisa, ni atisbo de tenerla. Y eso suscitaba un mal humor increíble. Toda su vida habia sido fácil, lo tenía todo, ¿Cuándo habia cambiado?

Lo que más le preocupaba y donde más ahínco ponía en hallar una solución, era en lo concerniente a sus poderes físicos y psíquicos. Era un miembro de la Realeza Oscura en activo. Con rango menor si, no obstante sus genes marcaban su futuro; Un príncipe habitaba en él. Poseía dones de una fuerza inigualable, capaces de desacreditar a toda la fauna viviente en la Tierra. Cuando estos se activaban, ya fuese por una simple discusión o en una batalla épica contra sus mayores enemigos, era casi imposible controlarse, mucho menos, frenarlos u omitirlos.

- ¡¡Mierda!! – Retumbo en todo el espacio.

Su móvil sonó tras la explosión, recordándole que la sociedad no se detenía. La voz era inconfundible; Tenía otra misión.

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