viernes, 15 de mayo de 2015

El segundo round comienza

El Twenty-two era un local de ropa bastante frecuentado sobre todo por los adolescentes y jóvenes, por lo que era un lugar de grandes dimensiones. En él trabajaban varias personas: una en el mostrador haciendo de cajera y otras tres chicas más dispersas por las hileras de estanterías y perchas situadas en el negocio. Entre aquellas últimas se hallaba Mei, aunque sólo podía decirse que se encontraba allí físicamente.

Su mente vagaba por los recuerdos de la noche anterior, rememorando todo aquello que había sucedido. Prácticamente estaba ausente, se había perdido todas las conversaciones que entre sus compañeras se llevaba a cabo, al punto de terminar alejándose de ellas para quedar al lado del mostrador donde se cobraban.

Parpadeó varias veces, aún estaba agotada y, como si fuese poco, la cabeza estaba empezando a dolerle un poco, ¡y no tenía ningún analgésico! Sufriría, ya lo veía venir, hasta que pudiese tomarse un momento para tomar algo en la media mañana, pero aún faltaba tanto… De pronto notó que algo a su alrededor cambiaba, el ambiente. Lo primero en ver fue a sus compañeras de trabajo, las cuales se habían acercado y cuchicheaban entre ellas de forma más entusiasta de lo normal, mirando a la entrada del local. Una de ellas incluso tuvo intensiones de acercarse a quien sea que hubiese ingresado, pero algo la detuvo en seco, y fue en ese momento donde la Black oyó a alguien acercándose.

Inmediatamente giró la cabeza para buscar a la persona que hablaba y al cabo de unos pocos segundos sintió cómo su estómago se revolvía, ¡¿es que acaso no había tenido suficiente con lo que había sucedido en la madrugada cuando volvía a casa?! Se dio cuenta de que se había olvidado de respirar, por lo que tuvo que aspirar aire hasta llenar sus pulmones.

Se acerca a ti, no tendrás escapatoria le decía una vocecita en su mente. Tendría que enfrentarlo, y por lo que se veía, no podía ni rogar porque aquel muchacho tuviese mejores modales que los que había hecho gala la noche anterior.

Sintió un empujoncito, por lo que rápidamente miró a la cajera, quien era la que la había hecho que se acercara al apuesto chico con cara de haberse tragado un limón particularmente ácido. Maldición, maldición, maldición, maldición…

–Buen día, – dijo al fin, acercándose a él y fingiendo una sonrisa convincente – mi nombre es Mei y yo me encargaré de servirle de ayuda.

Maldición, maldición, maldición…

–¿Qué es lo que desea ver, señor? Aunque sinceramente no creo que haya algo por aquí para alguien tan entrado en edad…

–¡¡¡Mei!!!

Aquel grito la sobresaltó, y antes de que pudiese voltearse siquiera, una de las otras vendedoras ya había llegado hasta donde se hallaban el desconocido y ella. Valeria era quien se había acercado para su desgracia, la pelirroja con la sonrisa digna de una propaganda de pasta dental era superficial a niveles insospechados, algo que no toleraba de ella, y como no podía faltar, siempre que algún chico guapo entraba al negocio, ella aprovechaba a llamar su atención, y aquella vez no era la excepción.

–Buenos días, disculpa las palabras de mi compañera. Mi nombre es Valeria, si quieres yo puedo ayudarte a escoger algo que desees.

Y allí estaba, la sonrisa deslumbrante que usaba para encandilar a sus presas. Mei, por su parte, giró la cabeza para evitar que la vieran hacer una mueca con la boca, aquella chiquilla era realmente una come hombres en toda regla, seguramente sería la indicada para atenderlo a él. Pero en cuanto recordó a Lisa, supo que de una forma u otra tenía que intervenir, a fin de cuentas, era su pareja o amante y no podía dejar que cayera en manos de aquella mujer.

¿Pero realmente tenía ganas de intervenir? Algo dentro de ella le decía sí a gritos, e incluso sentía la urgente necesidad de quitar de en medio a Valeria, ¿acaso eso era… su ego?

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