El tacto con el móvil la distrajo de su tarea inconsciente,
pues se centró en tomar el teléfono y comenzar a hacer el marcado rápido y al
cabo de un momento oír los tonos de la llamada, esperando a que atendiera, lo
cual fue casi al instante.
–¿Acaso me lees el pensamiento? Te necesito – dijo con prisa
la voz del muchacho.
–Pues, no lo sé, pero acabas de quitarme las palabras de la
boca, – respondió, cerrando el bolso y dirigiéndose a la salida trasera que se
hallaba en el pasillo que daba acceso al depósito – ¿dónde te encuentras? Iré en
unos minutos.
–En el edificio abandonado que se encuentra cerca del
Twenty-two, nos vemos allí. Ten cuidado.
Sin alcanzar a responderle algo, le cortó, pero lejos de
guardar el móvil, volvió a marcar un número mientras salía rápidamente por la
puerta, asegurándose de que nadie la viera tomarse aquel inesperado e indebido descanso
de principio de mañana. Cuatro tonos, y atendió, a lo cual, comenzó a hablar
tan rápido que apenas se entendía lo que decía:
–Que sea la última vez que me metes entremedio de tú y tu
amante, tengo suficiente con mis cosas como para hacer las de bufón tuyo y
hacerme ver como una cualquiera. ¡Y AHORA TE JODES, TE QUEDAS TRABAJANDO POR MÍ
HASTA QUE REGRESE!
Y sin esperar respuesta de Lisa, cortó, guardándose por fin
el móvil y echándose a la carrera hasta el punto de encuentro.
Estaba cabreada, mucho de hecho, por lo que necesitaba hacer
algo con urgencia para sacar toda aquella frustración que la había invadido por
haberse visto envuelta en todo aquello, ¿y qué mejor forma de lograrlo que
buscando un poco de acción? Estaba enojada, sí, pero no lo suficiente como para
no poder mantener fuera de control una situación de batalla.
Al cabo de unos pocos minutos, llegó hasta el predio del
edificio en ruinas y abandonado, y con cuidado buscó a su compañero y
comandante en jefe mientras oía algunos ruidos provenientes desde uno de los
pisos superiores, ¿acaso había llegado tarde?
–¿Qué está sucediendo? – dijo en cuanto logró llegar hasta
donde se hallaba Marco, quien no se hallaba solo: un grupo variado de unas
cuatro personas más estaban con él y en ese momento se movían, de seguro por
alguna orden impartida.
–Una emboscada, acorralaron a uno de los nuevos, pero no
tenían idea de quién era; – se adelantó a decir al ver la cara de pánico que la
muchacha ponía – son varios y no dudo en que más lleguen, por lo que deberás
ocultarte.
–Marco, no molestes con eso, sabes perfectamente que…
–¡Maldición, Mei! Esto no es algo similar a lo de anoche, y
esto definitivamente no es algo que puedas decidir, es una orden y debes
acatarla; en situaciones de batallas pobladas estas obligada a ocultar tu
identidad sabiendo que hay posibilidades que alguien escape, así que nada de
reproches de niña caprichosa – lanzó aquel dardo envenenado directo al pecho de
la Black, haciendo que ésta se pensase seriamente en darle un puñetazo a modo
de venganza, pero antes de que lo llevara a cabo, agregó: –. Y, por favor,
préndete esa camisa, distraerás a todos los exactores.
Descolocada con la última oración dicha, abrió muy grande
los ojos, dirigiendo la mirada hacia su exuberante escote que ni se había
percatado que no se lo había prendido. Hizo caso omiso a lo último, pues no
estaba como para dejar una vez más que el pudor la embargara y, siguiendo de
cerca a Marco, se acercaron hasta la entrada del edificio para luego entrar con
el grupo de apoyo y, de forma sigilosa, comenzar a subir hasta el tercer piso,
donde al parecer se estaba llevando a cabo la cruzada.
–Iré de primero, prepárate y, cuando te dé la señal, entra
con el segundo grupo.
Asintió ante las palabras de su superior y, viendo que el
muchacho ya se lanzaba al ataque con un par de exactores como refuerzo; Mei
aprovechó a prepararse aprovechando que aún estaba oculta en su escondite. Lo primero
fue realizar un simple hechizo, logrando de esa forma invocar tanto a ella como
a los chicos que tenía a su cargo, unas capas que inmediatamente los envolvió
por completo, con la capucha en alto y produciendo una oscuridad tal que sería
imposible que nadie viera sus rostros. Aquellas capas no eran cualquieras,
ellas sólo eran usadas ocasionalmente debido a la fama que tenían por hacer que
se asemejaran tanto a la representación más común de la muerte, la llamada
parca. Y en realidad no estaban del todo lejos.
Una vez más, llevó su mano a su pecho aún descubierto,
haciendo que el tatuaje cobrara vida y el fuego a su alrededor se moviera
mientras los colores del todo el dibujo se tornaran más intensos. En cuanto tocó
el tatuaje con su mano y luego la retiró, lo insólito para los ojos humanos
sucedió: el grabado iba desapareciendo poco a poco de su cuerpo y, en la mano
de la muchacha aparecía una espada que parecía salir del cuerpo mismo de Mei.
–Kou – susurró una vez que la katana salió al todo y quedó
en su mano. Inmediatamente, el objeto comenzó a despedir un leve brillo negro
en respuesta a aquella única palabra susurrada cerca del filo de la hoja de
plata para evitar que alguien más lo oyera.
–¡Cuidado! – se oyó que alguien gritaba repentinamente.
Pero había alcanzado a captarlo con el rabillo del ojo, uno
de sus compañeros que se hallaba ya en la batalla estaba a punto de ser atacado
por la espalda, por lo que, haciendo uso de toda aquella energía que había
estado conteniendo hasta el momento, salió de su escondite y con un salto potente
y limpio, logró llegar a cubrir el ataque del vampiro, bloqueándolo con un
golpe de su codo que lo desestabilizó y lo hizo retroceder; y aprovechando que
el vampiro no salía aún de su asombro, Mei movió su brazo derecho hasta dejar
la afilada hoja de la katana apoyada justo en el cuello de aquella criatura, pero
no hizo nada más que dejarla estática y mirarlo con un semblante frío y carente
de emoción.
–Vuelve a donde perteneces – susurró, para luego deslizar la
espada por la piel, creando una herida que inmediatamente comenzó a sangrar,
dándole una muerte instantánea a un ser inmortal gracias al poder de su arma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario