Sangre, aquí y allá, manchando las paredes del oscuro
callejón y los botes de basura próximos; incluso bañando los dos cuerpos que
allí se hallaban: una mujer y un hombre, aunque el hombre ya había muerto, la
otra aún parecía levemente consciente, pero no por mucho tiempo, tenía una
herida profunda en la arteria carótida. Y ella, sencillamente, mirando cómo la
rubia balbuceaba palabras inteligibles.
–Ex… exac…
Mei se agachó, quedando sentada sobre sus talones y próxima
a la mujer, que la miraba con los ojos muy abiertos y tratando de detener
inútilmente la hemorragia colocando una mano en su cuello. Con sus ojos color
chocolate apagados, la castaña abrió levemente la boca.
–Tranquila, todo acabará pronto – le susurró.
Ladeó la cabeza, admirando con cierta curiosidad aquella ira
que los ojos de la rubia destilaban. Abrió la boca y estiró una mano en dirección
a ella, pero a los pocos palmos de llegar a su rostro, el brazo cayó inerte al
suelo; y la mirada de la mujer ahora era vacía.
El silencio se hizo en el estrecho callejón sin salida, el
cual Mei no se molestó en interrumpir. Luego de ponerse en pie nuevamente, se dedicó
a observar al hombre, quien había muerto luego de haber sido atacado
brutalmente por un ser oscuro y maligno. Un hombre lobo, para ser más precisos.
No se oía nada, suerte tenía de que los ebrios de los bares y clubes nocturnos pasaban
por otras calles y no por aquella como para encontrarse con aquel desastre,
nadie estaba cerca, nadie enteramente humano…
De pronto, todo pareció acelerarse como en una película. Un inesperado
ruido que calaba los huesos se oyó al tiempo que una sombra con gráciles y
rápidos movimientos caía encima de Mei; pero como así de repentino fue el
ataque, sus movimientos no se quedaron atrás. Girándose hacia la derecha, la castaña
alcanzó a quedar frente a su atacante y bloquear su embiste, al tiempo que un
susurro particular sonaba en el ambiente; ese que sólo podía ser el de una hoja
afilada de plata cortando directamente sobre la piel.
Abrió los ojos repentinamente, agitada y sudando, sintiendo
un fuerte mareo y un dolor de cabeza fatales. Apenas recordaba lo que había
sucedido la noche anterior, ¿se había embriagado? Bueno, no a tal punto, pero
sí había bebido bastante… pero eso no había impedido que aquella “pesadilla” del
hombre frente a la mujer caída recurriera a sus sueños.
No tardó en levantarse a regañadientes y sintiendo que
necesitaba una ducha urgente luego de recordar lo pasado esa noche. Si bien en
un principio había tenido ánimos como para salir a patrullar, luego de haberse
dirigido a la casa de su amiga, las ganas se le habían desvanecido y había
terminado optando por pasar una noche libre junto a Marco. Eso, hasta que de
camino a casa se vio obligada a actuar. Su mente traicionera trajo a colación
el momento en el que había encontrado a aquella mujer lobo atacando al hombre,
algo que definitivamente no podía dejar pasar y que a ese momento se preguntaba
internamente cómo había hecho para salir ilesa de aquello con lo afectada que
estaba por el alcohol.
Meneó la cabeza y tratando de quitarse de encima los restos
de la noche pasada y la pesadilla repetitiva, comenzó su día. Su primer día estando
sola, a fin de cuentas, Leah se había marchado la tarde del día anterior y ella
la había acompañado hasta el aeropuerto a despedirla; había cambiado turnos con
Lisa, por lo que aquel día le tocaba trabajar a ella.
Desayunó rápido debido a que se había quedado dormida y
llegaba tarde y al cabo de unos veinte minutos después, corría a toda prisa por
las calles para llegar a tiempo al trabajo. Suerte la suya que no quedaba muy
lejos de donde vivía, por lo que al cabo de unos diez minutos, la castaña
ingresaba por la puerta agitada y con el cabello hecho un desastre al local de
ropa.
–¡Lo siento, lo siento, lo siento! – repitió mientras seguía
corriendo por entre las cosas, dirigiéndose a la parte trasera del local,
pasando por delante de la dueña, quien la observaba y negaba con la cabeza.
Y al cabo de unos minutos en los cuales se arregló y dejó
sus cosas en un lugar seguro, Mei ya se hallaba delante del mostrador,
verificando precios y el stock existente para poder comenzar con el trabajo al
fin, hasta que la puerta se abrió y el primer cliente llegó…
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