sábado, 16 de mayo de 2015

Rudeza

Fuerza, aquella fue una de las palabras que se le paso por la cabeza al Van Halen, cuando sus ojos entraron en contacto con las brillantes pupilas de la castaña. Poder, característica notable en la burbujeante esencia de la fémina. Dinamismo y sutil mezcla entre niña y mujer, fue lo que pudo apreciar el chico en el análisis minucioso, que en su recorrido, desde la puerta al medio de la tienda, habia hecho.

Su capacidad para observar, siempre y desde que tenía uso de razón, le habia servido de utilidad, tanto en su vida diaria como en sus funciones como futuro rey de la oscuridad plena. En aquella ocasión habia advertido miles de mínimas circunstancias que al ojo humano común habrían pasado totalmente desapercibidas. El, asumiendo el control de su cuerpo, pudo amoldarse a la situación y dar en el punto exacto.

Porque si, allí estaba para una misión, personal, pero que igualmente llevaría a cabo como si de una oficial y de alto riesgo se tratase. Conseguiría perturbar a la ya conocida como ¨frígida¨, hasta que confesase que relación tenía con su prima. La molestaría con el fin de saciar sus instintos primarios y su más que abultado ego y acabaría con su chulería, esa que hasta callada como estaba, se podía notar.


Su tono de voz iba acorde con su físico, un toque dulce y cálido que tantas ganas tenía de arrebatar. Mentiría si dijese que no se habia fijado en su moldeada y curvilínea figura. El Van Halen tenía una debilidad en su vida; las jovencitas bonitas y huecas. Su mayor felicidad era cuando conseguía desarmarlas y llevarlas a su mundo de perversión y fantasía, logrando arráncales gritos de pura satisfacción.

¿Quería, a pesar de lo mal que habían iniciado, llevarla al abismo del morbo y el deseo? Pues sí, quizás, con más ganas que a ninguna otra. Tomo real conciencia del lugar en el cual se hallaba, cuando Mei, que así se hacía llamar, le ataco con una de sus viperinas frases cargadas de magnetismo animal. El, omitiendo su mal humor natural, se mordió el labio y sonrió ante lo dicho.

Que lo enfrentasen asi, que le pusiesen fronteras y barreras, que conquistar el territorio enemigo fuese un reto, cuando menos, lo excitaba. Estaba a punto de rebatirle aquella ¨agradable¨ bienvenida, cuando otra voz tras ella, hizo que ambos saltasen en sus posiciones. Cambio la mirada hacia la nueva incorporación, pues hasta el momento habia estado fija en la dependiente y elegida rival.

Bonita, mucho. Encantadora o al menos, fingía serlo. Sensual y con una sonrisa que bien podría desarmar a cualquier hombre, menos a él. Se relamió. El siempre llevaba el control. Con aquella tonta y superficial muchachita tenía todas las de ganar. Su físico; su musculada espalda y sus bíceps duros y firmes eran un imán increíblemente atrayente. Lo sabía y lo usaría en su propio beneficio.

Parpadeo, dejando escapar un ligero suspiro, que supo ambas habían captado, pues la cercanía entre los tres era mínima. Amaba provocar, era una de sus armas más confiables. Se tensó y remarcando cada palabra, dejo en evidencia quien era, que rango poseía en la sociedad existente. Si bien en otro momento hubiese empotrado a la tal Valeria contra la pared y perdido el control como macho alfa que era.

En aquella ocasión solo sentía la necesidad de atajar a la Black y de tensarla hasta que saltase, ¿Por qué sucedía aquello? No tenía constancia, pero tampoco es que le diese demasiada importancia. Su instinto nunca le habia fallado y le repetía, desde que la vio por primero vez, que usase todo lo que tenía a su alcance para saber de ella, su vida, su forma de actuar y de tenerla constantemente bajo su yugo.

- La prefiero ella, aunque sus modales dejan mucho que desear – Condujo por el camino que ansiaba tomar – Y seguro que si estás conmigo un tiempo determinado, cambias y aprendes algo de civismo básico – Mordaz, desenfadada, agrio y volátil, pero ese matiz sensual que salía solo no pudo controlarlo – Deseo un par de camisas, seguro que encuentras algo para mi….

Y sin esperar afirmación o respuesta alguna, se internó en la tienda, quitándose de paso la camiseta blanca que llevaba. Su espalda quedo al descubierto, mostrándoles al mundo y sobre todo a las personas más cercanas el tatuaje que lucía con orgullo; un águila real imperial. El moreno de su piel contrastaba de manera natural con los colores de aquel dibujo, rojos y fuertes.

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