El suspiro que el muchacho lanzó, estando tanto Valeria como
Mei tan cerca, se oyó sin hacer esfuerzo alguno, provocando dos reacciones
distintas: la pelirroja y superficial chica de anuncios de televisión meneó sus
caderas, en parte de forma inconsciente y en parte como forma de provocación;
mientras que la castaña, se removió de forma inquieta sobre el lugar y desvió
la vista por unos escasos segundos. Ver a aquellos dos, tanto el “impotente”
como a la superficial hacer uso de sus armas de seducción de esa forma tan
descarada la incomodaba demasiado, al punto de provocarle el impulso de salir
corriendo de allí.
Antes de que pudiese cuestionarse si era mejor retirarse por
el momento, el extraño habló, y sus palabras fueron otro impacto para las dos muchachas,
aunque esta vez la reacción fue la misma: ambas se molestaron notablemente con
lo que había dicho; el hecho de que hubiese preferido a Mei por sobre la otra,
era algo que más de uno sufriría allí.
–Será mejor que cuides tus modales, – le susurró por lo bajo
Valeria a la castaña, aprovechando que el hombre se había alejado de ellas para
que no la oyera – dudo que quieras que la dueña se entere.
Y sin más se alejó, pero no sin volver a adquirir su máscara
de niña buena y descaradamente seductora. Mei la observó alejarse, sintiendo la
necesidad de hacerle algo, tal vez colocarle el pie sin querer para que
tropezara y cayera… Pero ni tiempo a generar la posibilidad tuvo, pues sintió
la exclamación en general de sus compañeras y volvió a centrarse en el
individuo. ¡Pero por Zeus! Se movió presurosamente, casi corriendo hasta
alcanzar al “impotente” y ahora exhibicionista que se estaba desnudando de la
nada, ¡¿pero qué rayos le pasaba?!
–Señor, – le dijo, haciendo énfasis en la palabra para que
se girara al llamarlo, y aprovechando eso, le lanzó la primera camisa que
encontró a mano, una blanca clásica – ¿haría el favor de usar los probadores si
desea probarse algo? Le recuerdo que está en una tienda, no en su propia casa.
Tuvo el impulso de empujarlo desde la espalda para guiarlo
hasta los probadores, pero se contuvo como pudo, no confiaba en él, aunque
evidentemente era atractivo a rabiar y poseía una de las cosas por las cuales
la Black caía rendida; pero había algo más que la hacía detenerse, algo que no
alcanzaba a comprender.
Se movió lo más rápido que pudo, yendo alrededor de él, pero
centrándose en la tarea que acababa de encargarle, y al cabo de un minuto, ya
tenía una variada selección de camisas entre sus brazos, y dirigiéndole una
mirada penetrante pero sin emitir palabra alguna, se giró y comenzó a caminar
presurosamente hasta donde se hallaban los probadores, en el rincón más apartado
de la tienda y donde sus compañeras de trabajo no tendrían el privilegio de ver
los cambios de vestuario del desconocido.
–No hacía falta hacer eso, señor, – espetó al fin para
cuando tuvieron algo de privacidad y la Black se encargaba de abrir el probador
y pasarle la primera camisa que tenía más a mano – ¿no podría haber esperado?
De pronto y antes de que se diera cuenta, lo tenía frente a
ella, pero más cerca de lo que hubiese pensado y aún con el torso desnudo, lo
cual no hizo más que ponerla nerviosa de pies a cabeza. No mires donde no
debes, no mires donde no debes se repetía casi implorándose a sí misma, pero en
cuanto sus ojos subieron y se encontraron con el rostro de quien se hacía
llamar Luca, su cuerpo entero dejó de funcionar y, por ende, dejó de respirar y
hasta de pensar sin darse cuenta. Estaba más cerca de lo estrictamente formal,
y por primera vez desde que se lo había cruzado, su gesto osco y malhumorado
había desaparecido y, en lugar de ello, se podía notar un rostro con expresiones
más cálidas y suaves.
Zeus, ayúdame…
Un repentino ruido justo por detrás de ella la tomó
desprevenida y se giró para ver de qué se trataba. Una silueta se acercaba a
ellos de forma decidida, irradiando un aura protectora detectable incluso a
muchos metros de distancia, ¿Marco acaso? No, ella era… Lisa.
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